Cultura
La dupla editorial que estrena su primera librería en el MUT
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“Creo que fue hace cuatro años atrás, para mi cumpleaños, que la Mai me regaló un libro que se llama Mi maravillosa librería, de Petra Hartlieb, con una dedicatoria en la que salía algo como: ‘Para que soñemos en grande’. Hoy estamos paradas en este sueño grande y no podemos creer que haya llegado este día”.
Con esas palabras comenzó el discurso de las socias de Editorial Azafrán, Josefina Muñoz y Mai Canales, en el acto de inauguración de su primera librería independiente ubicada a pasos del metro Tobalaba, en el jardín del MUT.
Fiel amante de la literatura y periodista de profesión, Muñoz fundó Editorial Azafrán como su proyecto de título en un magíster en edición de libros que realizó el 2016 en la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. La premisa era ser una editorial accesible para todas las personas que quisieran plasmar sus recuerdos en un libro. “El llamado, al principio, era que no se pierdan las historias, y también poder dejar un regalo a las familias”, explica.
Hoy, con un equipo conformado en su mayoría por mujeres, Editorial Azafrán forma parte de la asociación Editoriales de Chile, trabaja con más de 40 librerías y está detrás de 180 proyectos hechos para organizaciones (Desafío Levantemos Chile, Salfa, Cámara Chilena de la Construcción y Anasac), familias y particulares. También, han publicado novelas, poemarios y libros de literatura infantil de autoras como Carol Neumann.
Fue en 2021, cuando Canales se integró al equipo de Azafrán -las socias se conocen desde el colegio por scout- que empezaron a soñar con la posibilidad de tener un espacio propio. Hasta ese momento, cuentan, para cualquier lanzamiento o evento de la editorial, tenían que hablar con otros centros culturales o librerías para pedirles el lugar. “Ahí empezamos a pensar: ‘qué lindo sería tener nuestra propia casa’”, recuerdan.
Por tres años, la idea de convocar a la gente en un sitio en torno a la lectura, se mantuvo como eso: una idea. El empujón que necesitaban lo recibieron el 18 de marzo de este año -día que coincidió con el matrimonio de Canales- cuando ganaron parte del Fondo del Libro y la Lectura del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Patrimonios.
Entonces, el siguiente paso para Azafrán, se hizo evidente.
Una vitrina
Cuando se entra a la Librería Azafrán, a una semana de su apertura, hay olor a libro nuevo. Entre enormes estantes de madera repletos de ejemplares, destaca una muralla con ilustraciones de la artista chilena Paloma Valdivia, pilas de libros sobre el escritorio principal -los cuales se asume aún no están registrados en el sistema- y una frase pegada en grande que acompaña un código QR: “Donde tus ideas se convierten en libros. Publica con nosotras”.
Librería Azafrán llega como una vitrina para proyectos de la misma editorial, pero también para libros de pequeñas y grandes editoriales, con las que ambas fundadoras tuvieron que negociar antes de abrir. “Hasta ahora nosotras éramos sólo una editorial, no una librería, y nos ganamos el fondo pero necesitábamos que nos pasaran libros a consignación, no podíamos comprarlos”, explica Muñoz.
Entre ambas, rememoran lo difícil que fue incluso agendar una reunión con algunas de las editoriales con las que hoy trabajan. “Una librería de 80 metros cuadrados necesita mucha confianza”, agrega Canales, entre risas. Para financiar el proyecto, además del fondo, las fundadoras comentan que tuvieron que pedir dos créditos al banco.
Así, hoy el catálogo de Librería Azafrán -aún en crecimiento- incluye libros infantiles, clásicos como Harry Potter, narrativa chilena, literatura latinoamericana, entre otros. “La idea es que cualquier persona pueda encontrar el libro que está buscando y si es que no, uno parecido”, dice Canales.
El corazón del lugar
Sobre cómo llegan al MUT, las fundadoras comentan que vieron locales en Ñuñoa, Providencia y Las Condes, pero que el ubicado en Tobalaba era el proyecto que más calzaba con lo que buscaban hacer, “principalmente por el espacio cultural que se está gestando acá en torno a los oficios, a la lectura, a generar un espacio para el encuentro, con actividades”.
-Un detalle no menor es que están al frente de la Librería Antártica, ¿fue algo que consideraron?
-Yo creo que siempre lo vimos un poco como el Drugstore (ubicado en Providencia), ahí conviven cinco o seis librerías pegadas. Generar polos libreros es algo súper interesante también, súper bueno. Y creemos que siempre va a ser una buena noticia que se abra una librería.
Algo que también llama la atención una vez adentro del local, son los espacios para sentarse. “Eso era algo muy relevante para nosotras”, dice Muñoz. La idea, cuentan, la sacaron luego de visitar cientos de librerías, varias de ellas en Buenos Aires. Les llamó la atención Borges 1975, que comparte espacio con un bar, y Eterna Cadencia, que está ubicada en Palermo, al lado de un café.
“No queremos que este sea un lugar que te obligue a entrar y salir. No está dedicado meramente al consumo, sino que es un un espacio para vivir una experiencia”, explica una de las fundadoras. “Aquí te puedes sentar, hojear los libros, leer páginas y ahí seleccionar si quieres eso o quieres lo otro”, agrega.
Actualmente, la librería -que tiene dos entradas- se ubica justo en el paso entre el jardín del MUT y un espacio vacío, que está en construcción, zona que en la inauguración, Ignacio Salazar, gerente general de Territoria, denominó como “el corazón” del lugar. A futuro, la idea es que llegue una chocolatería, un café o un restaurante a acompañar la parte de atrás de la tienda de libros.
Independencia
Sobre otras fuentes de inspiración, las fundadoras de Librería Azafrán comentan que antes de abrir pidieron consejos a libreros y libreras de Escrito Con Tiza, Libro Verde y Libra Books. “Tratamos de no replicar errores, de pensar en nuevas ideas, pero cuidando lo que es la experiencia de las otras personas. Eso fue clave para armar esto desde el comienzo”, dice Canales.
Sobre qué significa, en la práctica, ser una librería independiente, Muñoz y Canales entregan varias ideas: coinciden en que la independencia va desde poder elegir su propio catálogo y expandirlo cuando quieran; abrir el plástico de cualquier libro sin problema; y tener la posibilidad de hacer todo tipo de actividades dentro de la librería, ya sea un cuentacuentos o un taller de macramé. “La propuesta es ser cercano, ser amable”, explican.
“Yo no sé si esto es la definición de independiente, pero estamos nosotras atendiendo también”, dice Muñoz.
“Queremos ser una librería cercana, de barrio. Yo me pregunto de dónde viene la independencia y creo que es justamente de que no dependemos de nadie más que de nosotras, de nuestras ideas, de nuestros autores y de nuestros futuros clientes”, agrega su socia.